martes, 14 de agosto de 2012

UNA POESIA DEL GRAN ZEJO CORTEZ

Canto al Tiempo Propio
Intrigado por el ruido de las ambulancias
que son sapos ardientes o la muerte gozosa,
observo triste y sabueso al hombre y sus disonancias:
¿Dónde acabará su oceánica virtud de especie embarazosa?

Y como todo es inútil o parece
asumo el inexorable tránsito por el mundo,
andando por la faz amanecida de lo que carece:
¿A dónde irá tanto humano luego de este vicio inmundo?

Resuellan pistas en un corazón que parece otoño
y los atardeceres púbicos, remuerden la consciencia,
son lágrimas que no estallan y se sujetan como un moño:
¿Cuándo acabará esta ribera oscura de insólita coherencia?

Un rostro sin nombre se acerca a mi oído
y traigo un paraguas para su lluvia de ideas,
¿quién me librará de su belleza? Ni el cielo roído:
Hoy me paso del ciego borracho al trepidante Eneas.

Su voz de júbilo me abstrae tremante
frente al cielo su pecho de dos mundos,
sus piernas sin tregua y sus labios jadeantes:
Ruge el sueño de las edades: ¿somos trotamundos?

Mi piel es De Rokha, Parra, Teillier y Lihn
de Rose, Heraud, López Degregori y Hernández,
y tú, encanto intratable bajo vestido, trinchera y fortín:
Basto aroma de ángel: ¿aún emprendes vuelo sobre los andes?

Es el hombre de hoy un átomo de ser
o un pantano de huesos o sólo espejismos,
dime, carnaval de caricias, pálpito desnudo de mujer:
Verso movido por labios: ¿sobreviviremos a los abismos?

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